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08.01.2019

El gusto de volver a reencontrarse con el artista y pensador Clorindo Testa

La exposición actual es breve, no es la retrospectiva tan esperada que Testa merece más allá del homenaje, pero vale la pena visitar las alrededor de 30 obras.

 

Por Ana Martínez Quijano


CASA. "Es el verdadero refugio del hombre. Puede ser cualquier cosa, pero el hombre tiene una necesidad primaria, tiene que tener algo, aunque sea a un caño o un toldo al cual pueda decirle 'esta es mi casa'", dijo Testa. 
 



El Museo Nacional de Bellas Artes presenta una muestra-homenaje a Clorindo Testa (Nápoles 1923-Buenos Aires 2013), justo cuando se cumple el 95° aniversario de su nacimiento. Desde el título, “Esta es mi casa”, tomado de una instalación realizada en 1993, la exposición se abre a múltiples interpretaciones. En primer lugar, Testa sintió siempre al Bellas Artes como su propia casa, acaso porque sus obras estuvieron muy presentes, sobre todo durante la gestión de Jorge Glusberg a cargo de la dirección. Luego, la casa como tema y también como problema, aparece y reaparece a lo largo de su trayectoria.

Testa vivía en un departamento de la avenida Santa Fe, rodeado por las máscaras africanas que coleccionaba desde la década del 60 y los dibujos sobre bandas de papel de la serie “La peste en Ceppaloni” que rodeaban el comedor. El lugar era muy especial y consultado por este diario sobre la desgarradora urgencia de un personaje que grita “Quiero ir a mi casa”, observó: “La casa es el verdadero refugio del hombre. Puede ser cualquier cosa, pero el hombre tiene una necesidad primaria, tiene que tener algo, aunque sea a un caño o un toldo al cual pueda decirle “esta es mi casa”. La frase, reproducida con la estrategia simplificada del cómic les brindaba inmediatez a sus mensajes. Así pudo relatar las necesidades elementales del hombre y expresar sus conceptos de modo lapidario.

La muestra actual es breve. No es la retrospectiva tan esperada que Testa merece más allá del homenaje, sobre todo por su aporte imprescindible para las nuevas generaciones. Los jóvenes descubrieron que la elocuencia de sus obras facilita la comprensión de cuestiones complejas como: qué es esto que llamamos arte y cuál es el papel del artista.

No obstante, las alrededor de 30 obras deparan el gusto de volver a encontrar al artista, arquitecto y pensador. “Esta es mi casa”, un techo que se viene abajo pintado en tinta sobre papel y sostenido con unas pocas tablas de madera, recuerda el “Apuntalamiento” de 1994. En el Museo se atajaban entonces las goteras, el techo amenazaba desplomarse y Testa presentó un soporte real con inmensas vigas de madera. Junto al epígrafe de ese “Apuntalamiento” (1994) colocó la imagen de la misma obra realizada en el mismo museo en 1968, esa vez con caños de acero.

Testa va y vuelve sobre sus temas y se desplaza con notable fluidez a través del tiempo expandido del arte, que, como se sabe, supera con su larga extensión al del hombre. Y en su obra está su legado: el modo de activar el tiempo para contar aquello que sobre el presente se adivina en las expresiones del pasado y, como contrapartida, qué atavismos arrastra consigo el arte contemporáneo. Allí está el pasado en el incendio de la Ciudad de Buenos Aires fundada por Pedro de Mendoza, y en el plano de la Ciudad con el “Convento de Santa Catalina”, en unas pinceladas rojas azules y grises y unos papeles manuscritos que dicen: “Martín de Álzaga murió fusilado en la Plaza de Mayo el 7 de julio de 1812”. La Argentina repite implacable su historia, con escasas variaciones.

Testa reinterpreta la explosión de la Casa de la Moneda de Potosí (que nunca se produjo) tomada y ordenada por Manuel Belgrano, y explora las leyendas de El dorado y la Serpiente Emplumada. En el piso descansa un gliptodonte y sobre la pared hay un dibujo, un rasgo de infaltable humor, un personaje sentado en una silla actual donde se lee: “gliptodonte pampeano”.

En la última sala figuran varias obras de la serie “La peste en Ceppaloni”. En plena Edad Media la peste logró diezmar gran parte de la población donde vivieron sus antepasados. Testa, con su singular habilidad, transporta al presente la presencia de las ratas y, consecuentemente, de la peste, metáfora de dilemas políticos, ecológicos y urbanísticos. Sus diseños anticipan el universo post-apocalíptico que hoy aflora en el arte emergente.

La serie de dibujos “De la vida en la ciudad” expresa el drama del destierro del hombre en las megalópolis de puro cemento; mientras la dedicada al grito exhibe el dolor extremo con cuatro trazos certeros. Si bien Clorindo Testa ganó fama internacional con la arquitectura y obras como la Biblioteca Nacional o el Banco de Londres, el sentido particular de sus ideas se encuentra en el arte. La exposición está curada por la directora artística del Bellas Artes, Mariana Marchesi, y por María José Herrera.
 


Fuente: ambito.com

 

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