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15.07.2016

Clarin ARQ | El ícono de hormigón del microcentro porteño cumple 50 años

Diseñado por Clorindo Testa, junto a Santiago Sánchez Elía, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini, es ahora la Casa Central del Banco Hipotecario. El fotógrafo egipcio Sameer Makarius documentó el proceso de obra del edificio, que fue inaugurado el 15 de julio de 1966 como la sede del Banco de Londres. Por Juan Décima.

Resulta imposible no detenerse a mirar el gigante de hormigón que se erige en la esquina de las calles Reconquista y Bartolomé Mitre, en pleno corazón del microcentro porteño. La composición de líneas rectas y formas puras, acentuadas por la marca de la materialidad, genera un punto de inflexión visceral, un quiebre en seco respecto del entorno más clásico donde se implanta. 

Ese primer impacto que produce la masiva impronta del material contrasta sin embargo con el espacio vacío del ingreso y los huecos plásticos en los muros, generando la sensación de un conjunto en equilibrio permanente, oscilando entre lo liviano y lo pesado, entre lo abierto y lo cerrado.

A veces cuesta creer que esa obra maestra que es la Casa Central del Banco Hipotecario, en su momento la sede central del Banco de Londres, está por cumplir 50 años de vida. Es que la creación de Clorindo Testa, quien diseño el edificio junto a Santiago Sánchez Elía, Federico Peralta Ramos y Alfredo Agostini, parece flotar en una especie de atemporalidad, gozando tanto de la elegancia de lo clásico como de la frescura y la intrepidez de la vanguardia. En 1999, fue declarado monumento histórico nacional. 

El banco fue inaugurado el 15 de julio de 1966, y es uno de los íconos indiscutibles de la arquitectura argentina. Desde el uso que se hace del hormigón, que hace las veces tanto de estructura como de estética, y la fusión entre espacio público y privado, simbolizada en el atrio de ingreso, hasta la vinculación entre interior y exterior materializado por la piel de hormigón perforada que protege la gran carpintería vidriada, el edificio emplea recursos novedosos respecto de la arquitectura bancaria que se practicaba en esa época. 

El banco cuenta con tres áreas claramente diferenciadas. La zona de público general se dispone en dos niveles de bandejas sobre la planta baja. La estructura de este tramo se materializa a través de los núcleos de circulación centrales, dos piezas esculturales de hormigón armado que a su vez soportan también la cubierta emparrillada, en conjunto con los tabiques exteriores perforados.  

Las oficinas, por su parte, fueron ubicadas en tres niveles superiores que cuelgan desde la cubierta mediante tensores metálicos. Se evita así el uso de columnas, lo cual genera plantas libres, áreas de trabajo flexibles y una espacialidad fluida, todos conceptos revolucionarios para la época. Las áreas de servicio, equipamiento y cocheras se ubican en tres niveles soterrados.

Para la construcción del edificio se crearon además piezas exclusivas, como las luminarias o el cielorraso, que luego fueron comercializadas en el mercado.

Ver las imágenes que el fotógrafo egipcio Sameer Makarius, sacó del proceso de obra que requirió la construcción del banco resulta casi tan conmovedor como ver el edificio terminado y completo en la actualidad. 

La historia cuenta que fue el mismo Clorindo Testa, amigo de Makarius, quien le pidió que documente la construcción de la sede central del Banco de Londres, la obra que el arquitecto estaba a punto de comenzar. El fotógrafo se pasó así los 6 años que duró la construcción recorriendo los distintos espacios del banco y documentando el avance de obra, un registro paso a paso de cómo la fisonomía de esa esquina porteña fue mutando hasta tomar la forma que todos conocemos.

 Su archivo personal actualmente es administrado por su hijo Karim. Hay fotos 35mm en blanco y negro, 6 x 6cm en color y en blanco y negro, y abarca aproximadamente mas de 1000 negativos en su mayoría inéditos. 

Desde un retrato de un joven Clorindo Testa y del Príncipe Felipe de Edimburgo, quien fue el encargado de colocar la piedra fundacional del edificio en 1960 hasta las imágenes de los encofrados, las columnas y la piel de hormigón que permite el vínculo del interior con el exterior, el álbum de Makarius es sin duda un documento único que contribuye a enriquecer aun más la historia de uno de los edificios más singulares de la Argentina. 

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